miércoles, junio 10

El César





“Se salva… este.”- Fue una decisión difícil, por eso su mirada aun lo piensa, aunque ya esté todo dicho, y bajo ninguna excusa cambiará de opinión.


Los sábados de otoño, en una iglesia evangelista del barrio, abren unos baúles llenos de ropa usada para regalar. La semana pasada cruzó pero no entró, con lo cual provocó a su curiosidad, que no lo dejaría en paz hasta volver.

El César en su bici, como por casualidad, se pasa un poco de la puerta de entrada, frenando despacito. Asoma la cabeza y ahí se queda un tiempo hasta que lo invitan a pasar. No hay necesidad de resaltar la felicidad exagerada con que lo recibieron los evangelistas; ya que, se sabe, son personas muy atentas, especialmente cuando ven a alguien como El César buscando alguna pilcha que sirva de abrigo.

-“toda la ropa que hay acá es para vos, ¡incluyendo la mía!”-(Risas, palmadas en el hombro-espalda)- “Ahora en serio, son donaciones que hacen grandes vecinos y podes elegir la que quieras, ¡buscate una que te entre!”-(Risas, palmadas en el hombro-espalda). “No se que le pusieron a este mate, amigo…” Cuando el exceso de alegría se trasladó al patio, en el cuarto solo quedó: El César, cinco baúles y tres percheros cargados de todo tipo de ropa, y un problema: qué elegir.

Buen rato estuvo El César husmeando cada sucucho de los baúles, de los percheros. La intriga y la desilusión luchaban a cada trapo. Primero, muchos colores y prometía, no llegaba a desenvolver el menjunje de telas que se encontraba frente a una calza, una bermuda, o alguna otra prenda igualmente obsoleta en otoño. Cansado ya de cargar con harapos que jamás iba a usar, estaba a punto de rendirse cuando los encontró.

Con la punta de los dedos enganchó del fondo de uno de los baúles dos sacos: el de un tarje, y uno de lana. Contemplando ambos, dejó caer el resto sin prestarle atención y su mirada se debatía en pros y contras, de uno y otro. Por un lado, la elegancia. Los botones plateados; las delicadas líneas gris-oscuras, contra la suave tela negra; un forro interno (que aparentaba) abrigado; bolsillos por todas partes. Era cuestión de una planchada de tintorería, y El César estaría rozándose con La alta. Por el otro… ¿Qué es esto? Parece como si un ejercicio de revista de tejer, acompañado de alguna Tía Luisa y unas vacaciones de invierno: habrían gestado este cachivache de lana. Simpático, austero, aunque algo comido por las polillas, sus colores y sus cinco enormes botones de madera cautivaron Al César y lo pusieron en un terrible dilema.

¿Traje o Lana? Es la cuestión Del César.


Bien doblado sobre la parrilla de la bici, lo ató prolijamente.

Zigzagueando de contento orientaba pa´las casas.

Quién lo iba a decir… ¿Qué lo motivó en su decisión? Creo que ni él lo sabe. La cosa es que da mucho gusto ver colgado en la terraza, a pleno sol de otoño, bailando apacible -con el viento que lo embolsa- al austero, al hilachento y colorinche saco de lana.